Capitulo 3

Algunos reemplazan la tristeza con alegría banal, extremadamente difícil de conseguir por estos tiempos. Supongo que otros directamente ni eso.
Yo, me levanto de mal humor y punto.

Parado en un colectivo que (increíblemente) tiene todos los asientos individuales desocupados. No porque no me guste sentarme solo, ¿que cosa podría ser mejor?, sino porque me resulta completamente repugnante apoyar el codo o el hombro en la mugre que se junta entre las canaletas que sujetan los vidrios de las ventanillas.
Vade retro Satán!!.
Que no se me malinterprete. Tras cinco mil años de evolucionar dentro la civilización, aquí estoy yo, la punta (una de millones, ego admite) ultima de la humanidad. Con un sentido lo suficientemente desarrollado como para permitirme dormir a pata suelta toda la noche con The Cramberries al taco, en modo repet all, y un cenicero que rebalsa colillas de puchos caídos en batalla. Todo esto sazonado con finas especias de sopor inevitable dentro de una pieza de dos por dos. Pero sin poder soportar las canaletas mugrientas de la línea 550.
Mal humor, lo dicho. ¿Queda claro?
Y una gorda de mierda que se niega a sacar su cara de asco de mis aros a mi tatuaje en la pierna. O simplemente sorprendida de que no me siente aunque me de el sol de lleno en ese lado del colectivo (Lo que seguramente la llevo a decidirse por estrujar al pobre gil que tiene al lado y que ya no sabe como hacer para no chocar el codo contra la cartera de la doña. Divina barrera de protección. Da gracias che y no te quejes).
A mi me encantaría tomar su cuello regordete entre ambas manos y apretar hasta sentir que las vértebras se separan y extasiarme con la espuma que le saldría de la boca…

En eso estaba cuando me distrajo el espectáculo de todas las mañanas.
Ella se despide de su marido que le da un ultimo beso mientras para el bondi y se prepara para saludarla con la mano una vez arriba, y dar comienza el show:
Desde la mitad del recorrido hasta mi lugar de trabajo me deleito viendo a los dos perros que hacen maravillas por no perder el rastro del colectivo que lleva a su dueña.
Esos perros me pueden, asi no hay mal humor que resista. Y ahí esta la sonrisa en mi cara.
- Que blandito que soy che.
- ¿Eso lo pensé o lo dije en vos alta?
- No no. Lo pensaste, la gorda te mira porque quiere nomás.
- A bue. Me quedo mas tranquilo.


-****

El año 2000 y todos con el Y2K y que me tienen las pelotas llenas. Hoy vienen los chicos de cómputos a correr unos programas para evitar que las maquinas colapsen con el cambio de fechas. Así que seguro que aprovechan todos para no hacer un carajo en todo el día. Cosa que lejos de favorecerme, me perjudica. Hay que hablar con los compañeros mas de lo necesario y eso en un día como el que perfila no me divierte para nada.
Como llego temprano. Me bajo en la plaza y me apodero de un banco para fumarme un puchito y ver al viejo.
El viejo también me puede. Con esa cara de cinco a ocho dientes. Cuantas cosas tendrá para contar!!! Pero el sistema es así. Cinco mil años de evolución dentro de la civilización y uno no tiene las pelotas suficientes como para hacer lo que realmente quiere y sentarse a charlar todo el día con el viejo que duerme en la plaza. Cinco mil años de civilización para que el Y2K nos de la oportunidad de no hacer un carajo en todo el dia.

- Saca el libro y termina el capitulo antes de entrar.
- Si. Vamos a ver a que pasa con Paul. Annie Wilkes ya le quebró las piernas.
- Eso lo dijiste en vos alta.


- Ups!